Concepción , Chile, 1976: La
policía pinochetista me torturaba a diario. Un día llevaron al cuartel a un
mendigo que todos conocíamos, le apodaban El Hombre Perro, porque contaban aullaba a la luna, como una bestia .
Todos sabíamos que El Hombre Perro era un pan de
dios.
Hubiese sido suicida interceder, el miedo ganaba lejos. El mendigo me reconoció, mi
familia lo invitó a cenar muchas veces.
Los torturadores notaron nuestra complicidad, inmediatamente
nos confrontaron en una sesión despiadada
, El hombre perro no hacía gestos de dolor, eso indignaba a los malditos; nos
daban más corriente, más cigarros apagados en nuestros cuerpos.
En un chispazo de conciencia vi como mi compañero
hinchaba su pecho agitadamente, las correas que lo amarraban explotaron, estiró
una boca canina: dos dentelladas certeras y voló la cabeza del primer milico,
una zarpa imposible apareció en lo que antes era su mano : abiertos en canal otros
dos, el cuarto no resistió y cayó desmayado en medio de vísceras y sangre
fresca.
Me puso en su lomo casi moribundo, los informes
decían “ Jauría de lobos rusos ataca cuartel”.
Corrimos libertarios en medio de
la noche, la Cordillera de Nahuelbuta nos esperaba.
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